LA LITURGIA DIVINA DE SANTIAGO (8)


La Letanía Universal:

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El diácono comienza la Letanía Universal: En paz, oremos al Señor.

 

Pueblo: Señor, ten piedad.

 

Diácono: Sálvanos, ten piedad de nosotros, apiádate y guárdanos, oh Señor, por tu gracia. Por la paz que viene de lo alto, la amorosa bondad de Dios, y la salvación de nuestras almas, oremos al Señor. Por la paz en todo el mundo y por la unidad de las santas iglesias de Dios, oremos al Señor. Por aquellos que dan fruto trabajando en las santas iglesias de Dios, por aquellos que se acuerdan de los pobres, las viudas y los huerfanos, los forasteros y los necesitados, y por aquellos que nos han pedido que recemos por ellos, oremos al Señor. Por aquellos de edad avanzada o con flaquezas, por los enfermos y los que sufren, por aquellos que luchan contra espíritus impuros, por su rápida liberación y salvación, oremos al Señor. Por aquellos que pasan sus dias consagrados a Ti en virginidad, celibato, y disciplina, por todos aquellos que viven en santo matrimonio y por los santos solitarios, velando en montañas y cuevas de la tierra, oremos al Señor. Por los cristianos navegantes, que estén viajando o viviendo entre extraños y por los hermanos cautivos, exiliados, en prisión o esclavitud, para su retorno en paz, oremos al Señor. Para la remisión de nuestros pecados y el perdón de nuestras transgresiones y para librarnos de toda tribulación, castigo, peligro, aflicción y para el alzamiento de nuestros enemigos, oremos al Señor. Para tener tiempo favorable y lluvias tranquilas, benéficos rocios y abundancia de frutos, para cerrar bien una buena estación y la coronación del año, oremos al Señor. Por todos los aquí presentes, rezando con nosotros en esta sagrada hora y en cualquier estación, para obtener bendiciones sobre sus casas y trabajos, oremos al Señor. Por cada alma cristiana en tribulación o dolor,con necesidad de la misericordia y el socorro de Dios, por la vuelta de los equivocados, la salud de los enfermos, la liberación de los cautivos, y por el resto de aquellos que se han dormido delante de nosotros, roguemos al Señor. Para que se oigan y acepten nuestras peticiones delante del Señor, pidiendo que envíe toda su piedad y compasión, y unja con su Espíritu Santo, roguemos al Señor. Conmemoremos a nuestra santa, pura, gloriosísima, bendita Señora, la madre de Dios, siempre virgen María, junto con todos los santos y justos, que siempre encontremos misericordia a través de sus oraciones e intercesiones. Y por las preciosas, celestiales, puras, gloriosas, reverenciales y divinas ofrendas, presentadas aquí y por la salvación del sacerdote que las presenta, roguemos al Señor.

 

Pueblo: Señor, ten piedad (Tres veces).

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El sacerdote hace la señal de la cruz sobre las ofrendas y reza lo siguiente (Tres veces). Gloria a Dios en las alturas y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad. Señor, abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza. Permite a mi boca llenarse con tu alabanza, oh Señor, que hable de tu gloria y majestad todo el dia. Pues tuya es la gloria del Padre. Amén. Y del Hijo. Amén. Y del Espíritu Santo. Amén. Ahora, siempre y por siempre.

Inclinándose a los dos lados del altar, el sacerdote dice: Magnificad al Señor conmigo, juntos exaltemos Su nombre.

 

El pueblo contesta inclinándose: El Espíritu Santo venga sobre ti y el poder del Altísimo te cubra con su sombra.

 

A continuación el sacerdote: Oh Señor soberano, Tú que nos has visitado en tu compasión y en tus no dichas misericordias, y nos has dado libremente a tus siervos humildes, pecadores e indignos de Ti, fortaleza para presentarnos ante tu santo altar y ofrecerte este santo e incruento sacrificio por nuestros pecados y por los de la gente; mira sobre mi tu nada provechoso siervo y haz desaparecer mis transgresiones. En atención a tu compasión, purifica mi corazón y mis labios de toda corrupción de carne y espíritu y quítame todo pensamiento vergonzoso y tonto, hazme válido para este servicio por el poder de tu Santo Espíritu y recíbeme con tu gracia y bondad al acercarme a tu altar. Que te satisfagan estas ofendas traidas con mis manos y sean aceptables, oh Señor. Inclínate sobre mi debilidad, no me eches de tu presencia y no rechaces mi indignidad, pero ten piedad de mi por tu gran misericordia, y por tu gran compasión pasa sobre mis faltas y pecados. Que habiéndome presentado ante tu gloria sin condenación, sea digno de la salvación de tu único Hijo y la iluminación de tu Santo Espíritu, que no sea echado como esclavo del pecado, sino que como tu siervo, encuentre gracia, misericordia y perdón ante Ti, tanto en este mundo, como en el que está por venir. Amén.

 

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Te ruego, omnipotente Soberano, poderosísimo Señor, escucha mi oración. Omnipotente Padre, buscamos la ayuda y el socorro que vienen de Ti, de tu único Hijo y de tu bueno, dador de vida y consustancial Espíritu, ahora y por siempre. Oh Dios, que a través de de tu gran amor del que no se habla, enviastes a tu único Hijo al mundo, que Él haga que vuelvan las ovejas descarriadas, no te alejes de nosotros pecadores, que nos adherimos a Ti por este sacrificio santo e incruento, porque creemos, no en nuestro derecho, sino en tu misericordia buena, por la que adquiriste el género humano. Rogamos y suplicamos a tu bondad que la administración de este misterio de salvación por nosotros, no sea para nuestra condenación, sino para la remisión de nuestros pecados, para la renovación de nuestras almas y cuerpos, para agradarte a Ti, nuestro Dios y Padre, en la misericordia y amor de tu único Hijo, con quien eres bendecido, junto con tu Espíritu Santo, bueno y dador de vida, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Oh Señor Dios, que nos creó y nos trajo a la vida, que nos ha enseñado el camino de la salvación, y nos ha concedido la revelación de los misterios celestiales, nombrándonos para este ministerio en el poder de tu Santo Espíritu, concédenos, oh soberano, hacernos siervos de tu nuevo testamento y ministros de tus puros misterios. Recíbenos a medida que nos acercamos a tu santo altar según la grandeza de tu misericordia, que seamos dignos de presentarte ofrendas y sacrificios por nuestras transgresiones y las de la gente y concédenos oh Señor, con temor y pura consciencia, este espiritual e incruento sacrificio, y recibirlo sobre tu santo y espiritual altar sobre los cielos, como dulce y espiritual fragancia. Envía sobre nosotros la gracia de tu Santo Espíritu. Oh Dios, mira sobre nosotros, bendice nuestro servicio y aceptalo como aceptaste las ofrendas de Abel, los sacrificios de Noé, los oficios sacerdotales de Moisés y Aarón, las ofrendas de paz de Samuel, el arrepentimiento de David, y el incienso de Zacarías, como aceptaste de las manos de tus apóstoles este servicio verdadero. Por eso acepta en tu bondad de las manos de nosotros pecadores, estos regalos ofrecidos y concédenos que nuestras ofrendas sean aceptables y santificadas por tu Espíritu Santo, como propiciación por nuestros pecados y los de la gente, y por todas las almas que se han dormido antes que nosotros. Que también nosotros, tus humildes, pecadores e indignos servidores, siendo encontrados dignos y sin maña para servir en tu santo altar, merezcamos la recompensa de los fieles y sabios administradores y encontremos gracia y misericordia en el temeroso dia de tu justo y buen juicio.

 

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